Diez años sin tus ojos, esos ojos que lo decían todo sin necesidad de las palabras. Esos ojos que mostraban la alegría y la tristeza, el enfado y el orgullo, la voluntad y el cansancio. Y que miraban el mundo de una forma diferente.
Diez años sin tu risa, esa risa tan escasa pero que iluminaba la vida cada vez que aparecía en tu rostro. Si, te costaba reír porque los recuerdos le ponían un cerrojo a tu alegría. Recuerdos de una guerra, de amigos perdidos y una familia al otro lado del océano.
Diez años sin tus chistes, esos chistes que eran pocos pero hacían reír a todos. Con un humor inteligente y la ironía bien puesta.
Diez años sin poder verte caminando por el patio. Sin prisa pero sin pausa arreglando lo que sabías e inventando la forma para aquello que no podías, pero siempre con una solución para todo. Nunca te faltó un pedazo de alambre, un tornillo o una madera para transformar lo que no servía en algo útil. Porque “el que guarda siempre tiene” era tu lema.
Son tantas las frases que han quedado en mi mente. Con pocas palabras podías dar una lección que durara toda la vida. Como aquella de “no digas ‘voy a hacer’, hacelo y después decilo”. Y así eras vos. Hasta cuando no podías caminar sin la ayuda de tu bastón, aquél que hiciste con tus propias manos con la rama de un árbol y que Olga guarda como a un tesoro, porque como ella dice “es el símbolo de la fortaleza”.
Diez años es mucho tiempo. Muchos días de extrañarte, de llorarte y de pensar en cuantas cosas no te dije. Diez años para recordar aquel momento en que me pediste perdón por tus fallas, porque creías no haber sido buen padre. Diez años pensando si me creíste cuando te dije que habías sido el mejor padre, que no importaban los errores, que estábamos orgullosos de vos.
Si, tal vez no fuiste el más compinche, o el más cariñoso de los padres. Pero fuiste el tipo más honrado de la tierra, y el más honesto. Porque tu palabra era sagrada, no por autoritaria, sino por tu sabiduría. Porque sabíamos que en lo que decías no había error, porque nunca hablabas sin pensar.
Esta mañana desperté con tu imagen en mi cabeza. Cuando me miraste, tal vez sin verme ya, por última vez. Y te dormiste para siempre. Y no tuve que pensar que día era hoy. Solo pensé… 10 años es mucho tiempo…
Te quiero viejo!!
Sandra S.